El Koltès de Bernardi: una rabia magnífica

21/02/2021 by Nuria

Si tuviera que elegir entre La noche justo antes de los bosques de Bernard-Marie Koltès y la versión de Moreno Bernardi a Radionit, creo que elegiría la de Bernardi. Si el texto de Koltès de 1977 ya era sobrecogedor, el de Bernardi lo es todavía más. Más punzante, más bello y original, con las fábricas y los fascistas retorciendo unos inmigrantes que se expresan entrecortados.

La entrada es brutal. Bernardi se nos dirige con un preludio ininteligible; que, sin embargo, está lleno de una rabia clara.

No sabemos quien nos habla: ¿unos subnormales, unos yonquis? A medida que entramos en el primer movimiento de la pieza se nos hace evidente que son unos extranjeros; lo que pone sobre la mesa el rechazo apriorístico que despiertan y porque no les entendíamos.

La rabia nerviosa irá desembocando en un anhelo revolucionario. «Ha llegado mi hora de dar palizas». En el texto de Koltès, hay una inversión del personaje; como está harto de todo, le vienen «ganas de hostiar» a los árabes y a todo cristo. El rechazado se vuelve como sus agresores. En la pieza Radionit de Bernardi este giro violento no está y se opta por un final pacificador en favor de los inmigrantes, «unos niños que hay que defender».

De todos modos, tanto en la versión original como en ésta, el texto es esencialmente anarquista con una voz que se alza contra el sistema, «el clan de los ministerios, de la policía, del trabajo, de los sindicatos». En la versión de Bernardi la traducción es actual: los pijos y las fábricas (donde él, no quiere entrar ni de coña) le acosan. «No pienso volver a trabajar mientras se rían de nosotros». «Cuanto más permita que me den patadas en el culo, más extranjero seré».

Su punto débil es una mujer que pertenece «al otro bando», el de los pijos que le atacan. Ahora que, por ella, se haría fascista y todo.

La obra de Bernardi es un mimo político, un trío de voces disonantes y una coreografía gestual y sonora impecable. No en vano se titula: «Composición para dos voces y un canto en tres movimientos». Un gran acierto haber desdoblado el personaje en dos actores que van modulando y tensionándose. Aunque permanecen sentados, por contraste —al fin y al cabo, la obra va de luchas—, son muy expresivos de medio cuerpo para arriba. La declamación rara y crispada es dirigida por Bernardi como si ellos fueran instrumentos haciéndoles imitar sus gestos, timbres y cadencias. Las frases reiteradas nos conectan con las obsesiones de Bernhard y su musicalidad: corriendo detrás una chica, huyendo de quienes «quieren pillarnos y follarnos vivos». Los personajes están quietos como si fueran músicos con sus atriles, sin que se produzca un estatismo completo, ya que el director y la gesticulación de los dos actores masculinos es incesante. La chica es más estatuaria. Pienso que si hubiera estado en el piso de arriba hubiera subrayado mejor su posición superior secundaria. En efecto, además del personaje doblado del inmigrante (Gefaell es más versátil y nervioso; Menéndez hace de fuerte), hay un tercero más flojo. La chica que canta el himno a la alegría y de otras melodías en alemán. Una donna angelicata que encarna la búsqueda de «un ángel en medio de este lío» pero que contrasta con la originalidad de todo lo demás. De todos modos, la obra es tan sensacional y está tan bien orquestada (nunca mejor dicho) que el elemento de la chica es un punto de poca importancia que no resta ni un ápice de excelencia a la gran dirección de Moreno Bernardi ni a los grandísimos actores Guillem Gefaell y David Menéndez.

Gatito —propone la malvada invitación—, vamos a cazar una buena rata, vayamos a la caza del moro.

Radionit al Teatre Akadèmia 2021