Resumen de Un buen error (1998)
La primera novela de Núria Perpinyà data de 1998 y gira en torno a dos ejes: el aprendizaje y la homosexualidad. Un joven llega a un laboratorio de Londres y se enamora de un científico negro. El protagonista, Joan Xammar, debe superar dos prevenciones: la del género y la de la raza.
Los temas de Un buen error son: la relación (feliz y dolorosa) entre amantes, maestros y discípulos, los prejuicios étnicos, sexuales y morales, y la crítica a la mediocridad malsana del poder.
Dado que la trama se articula alrededor de muertes inesperadas, Un buen error también constituye un thriller sorprendente latiendo bajo el día a día de un laboratorio y cuestionando el prestigio de algunos doctores.
La defensa del error como filosofía del libro
El título de Un buen error busca un tercer camino no incriminador entre el bien y el mal. La expresión quiere cambiar la percepción tradicional que condena errores y pecados. La autora los defiende como vía de conocimiento. En la novela hay muchos hipotéticos errores que se transforman en aciertos como enamorarse de una persona poco adecuada. El título proviene de la “felix culpa” erótica y revisa el concepto de Aristóteles del héroe trágico: en lugar de un hombre virtuoso que, al cometer un error, debe soportar terribles consecuencias, tenemos un hombre que reflexiona sobre sus pretendidas equivocaciones y las de los demás. “Un buen error” no es una expresión de resignación, ni de compensación (como “Dios aprieta pero no ahoga” ), sino una expresión voluntarista. Los errores no se mejoran solos, sino que debe haber un sujeto inteligente que los reconvierta. Para hacerlo explícito, Perpinyà elige el escenario de un laboratorio de ingeniería genética donde se reparan defectos físicos.
Finalmente, hay que considerar el título como una autoironía que se hace la autora por haber abandonado su carrera como teórica e intelectual y haberse decantado por la escritura.
Inversión de las expectativas
Un buen error enlaza con las nuevas teorías de la Estética de la Recepción y presenta la lectura como un recorrido de malentendidos y de pistas falsas inducidas. Por ejemplo, Aleph Banneker no es un pobre negro sino un eminente científico. El Dr. Westend no es un sabio amable sino un hombre cruel y impostor. Y la ferrateriana Jill Jarrell, aunque sea igual de lista, es más negra de lo que imaginábamos.
Los juegos intertextuales
A pesar de tratarse de la primera novela de Perpinyà, la escribe después de treinta años de miles de lecturas. En consecuencia, las referencias a libros son numerosas, aunque disimuladas, al igual que ocurrirá con el resto de su obra. Veamos algunos casos: la expectativa sobre el compañero de habitación del primer capítulo de Un buen error proviene de Moby Dick; la bailarina negra, de Poeta en Nueva York; la expresión anticlasista (que los catedráticos se casen con sus cocineras negras), de The Doctor and the Devils de Dylan Thomas; la escena del inodoro convertida en el lugar donde Joan se hace consciente de su homosexualidad, del Ulysses; la alegoría de perderse en el bosque, de Descartes. La rememoración crítica de Jill es proustiana; el nombre de la barca (Southampton) evoca la amante de Shakespeare; la anécdota antimetafísica del alma como una judía y el listado misántropo son de Francis Crick; el descubridor del ADN; las espirales, además de remitir al escultor Robert Smithson y al ADN, son un homenaje existencial y biológico al historiador natural Thompson D’Arcy Wentworth de principio de siglo. La discusión “levántate de la silla” remite a Jacques le fataliste; el mal maestro, al profesor Serebriakov que decepciona al tío Vania de Chéjov, y, entre muchos otros, Westend, dicho en catalán (“ves-te’n” ), se asocia al vade retro del acto IV de los cuentos de Hoffmann de Offenbach que se le lanza al demonio: Va- te’n! Va-te’n! Considerando que Westend hace una falsa acusación de antisemitismo y que Offenbach era judío, dejemos que alguien se lo quite de encima, mientras en escena una mujer muere por cantar demasiado…
Trasfondo científico
Los científicos son creadores apasionados por el saber y por descubrir cosas nuevas, similares a los artistas y los intelectuales. En Un buen error hay muchos de éstos, pero lamentablemente también aparecen otros que sólo buscan el éxito. No nos hallamos ante científicos locos. El doctor Westend no pertenece a la tipología del mad scientist porque el realismo pesa. Su arquetipo es el del Dottore. Ahora bien, en la Commedia dell’Arte, el profesor pedante e ignorante hace reír, mientras que, en Un buen error, no.
El fondo científico de la novela es real. Los experimentos no son de ciencia ficción. El lector puede aprender cómo se trabaja en un laboratorio. Asimismo, los lectores con conocimientos científicos podrán advertir antes que los de humanidades las rarezas del director. Las referencias a científicos y pensadores, empezando por el astrónomo y urbanista negro del siglo XVIII, Benjamin Banneker, son reales. El personaje de Arlaine Rosemeiller está basado parcialmente en la Dra. Rosalind Franklin (contemporánea y competidora de Watson y Crick en la carrera del ADN) injustamente valorada.
En el libro se defiende la ingeniería genética alejándola de las fantasías de los que la desconocen. En Un buen error, la función de la ciencia es, además de temática, simbólica. A través de la triple cadena del ADN, se enfatiza el triángulo amoroso y, mediante la ingeniería genética, la reversibilidad: los errores de la naturaleza se pueden rectificar.