Los privilegiados

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Resumen de Los privilegiados (2009)

Los privilegiados es una novela teatral ambientada en un museo que reflexiona sobre el arte y la masificación del turismo cultural. Los protagonistas son los vigilantes de un museo local que se transforma en un museo de arte contemporáneo. La novela toma el punto de vista de personajes secundarios y reflexiona sobre la oposición entre la importancia de la belleza y la indiferencia de las personas que la vigilan.
Los privilegiados es una novela cómica de directores y trabajadores, de tiras y aflojas entre compañeros de trabajo, de injusticias y de luchas de poder.
El título apunta al trabajo descansado de los vigilantes que viven aparentemente como unos reyes y a la suerte que tienen de trabajar junto a obras de arte. El nombre del pueblo, Telamós, proviene del latín “telamone” una figura humana que hace de pilastra, a la manera de una cariátide.

 

 

Proceso de elaboración

Después de la angustiosa Mistana, Perpinyà decide escribir a mayor distancia. El tono humorístico de Los privilegiados apuesta por una mirada más social y activa.
La idea nace en 2001 en el museo Gulbekium de Lisboa. El primer borrador trataba de un celador que escuchaba las opiniones del público; pronto, en lugar de este celador pasivo, se impusieron los celadores con sus propias opiniones. Del 2001 al 2003, Perpinyà estudia museología, historia del arte, visita asiduamente museos y galerías y se adentra en los problemas laborales de los subalternos, un mundo que le era totalmente desconocido. En 2004, el humilde defensor del orden, Pere Serivà, un personaje inspirado en el padre de la autora, se impone como protagonista. El libro se organiza de manera binaria: la primera parte la protagoniza el museo viejo y, la segunda, el nuevo. En 2005, la trama gira definitivamente alrededor de Serivà como una víctima tratada injustamente. El motivo de inculpar a un inocente hermana Serivà con Silas Marner, Marguerite Gautier y Guillermo Tell, entre tantos otros.

Caravaggio. Crocifissione di san Pietro (1600)

Caravaggio: Crocifissione di san Pietro (1600)

Una novela irónica y teatral con una autora invisible
La obra funde la tradición novelesca con la dramática y admite dos lecturas de género: como novela o como teatro sin la voz del narrador. Las partes narrativas aportan explicaciones complementarias a los diálogos y funcionan como las acotaciones invisibles de una representación, aunque sean más largas y reflexivas.
Históricamente, la novela es hija del género del teatro (y de los poemas épicos) y nace en los siglos XVII y XVIII. Los privilegiados rehacen el camino inverso. Son un homenaje de una novelista moderna al teatro y a la paz y la modestia de los pequeños museos.
En una novela tendemos a identificar al autor con el narrador o con alguno de sus personajes. En teatro, el autor permanece detrás del escenario. Esto es lo que ocurre en Los privilegiados. El punto de vista de la autora no coincide con el narrador, mucho más tradicional y clasista, y asimilable al director Climent de Quinci. Ni con los celadores que miran con desprecio los cuadros. Tampoco se asimila a la excéntrica directora ni a los artistas. Sin embargo, como Perpinyà admira profundamente el arte, participa de algunas de las opiniones del narrador refinado, de la directora Esmirna Trevi y de los artistas experimentales e, incluso, de algunos de los comentarios de los celadores, por lo que, cuando las expone con ironía, hay que entenderlo como una autoironía.
Equivocaríamos la intención de la autora si interpretásemos el libro como un postulado contra la vanguardia o contra los museos. Nada más lejos. Sin embargo, los vigilantes y los espectadores son libres de pensar y de equivocarse como quieran. No en vano, se trata de una obra de humor negro dirigida a amantes del arte y del “dolce fare niente”.

Dorothea Tanning, Children's Games, 1942

Dorothea Tanning: Children’s Games (1942)

Perspectivismo: cada vigilante es diferente
Los romanos decían: quien lo ve todo igual, no conoce nada (“nihil novit quien aeque omnia”). Los legos ven todos los bosques verdes, mientras que para los botánicos cada mancha verde está formada por decenas de especies distintas. Paralelamente, cada vigilante es diferente a otro a pesar de que lleven el mismo uniforme. Cada ángulo de visión, cada actitud varía. El perspectivismo abole el héroe eximio que ofusca a los personajes secundarios y al cuadro único que tira a la papelera sus borradores para parecer más original. En el pensamiento perspectivo no encontramos a protagonismos ególatras sino a muchas historias colectivas que varían en función de cada matiz. En la paleta de colores, todos los rojos, amarillos, verdes y azules son igual de importantes. El espectro psicológico de Los privilegiados es variado como las series de Bacon, Warhol o Sol Lewitt.

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¿Dónde están los artistas?
Los artistas, que son los auténticos protagonistas del arte, están ausentes del libro. La autora quiere que los lectores noten ese vacío y que se escandalicen: tanta gente alrededor del arte (directores, conservadores, marchantes, público, vigilantes) y los más importantes, los creadores, están un tercer plano. Es lo mismo que ocurre con la industria editorial, mucho más fuerte que no el pobre escritor, o con la industria alimenticia que se aprovecha del campesino. La ausencia de artistas en un libro que habla sobre arte es significativa. Con todo, los cuadros sí que están en el libro y en gran número. Queriendo significar que el ego del artista cuenta menos (y así debe ser) que su obra.

La fotografía de la portada del libro de Los privilegiados de Manu Bausc corresponde a la escultura de Pierre Cortot “El soldado de Maratón anunciando la victoria” (1822). La escultura del Louvre expresa la antítesis entre el triunfo colectivo y la derrota personal, expresando el tono tragicómico del libro también ambivalente. Asimismo supone un manifiesto existencial: corremos, conquistamos nuestros ideales y… ¿para qué? ¿Para que sirve el arte? En la fotografía de Manu Bausc, la muerte heroica del corredor esculpido en mármol blanco contrasta con la pasividad del celador, discreto y con traje oscuro. El encuadre de la zona púbica subraya la importancia del erotismo en el arte y vuelve a oponerse a la triste actitud del vigilante.

Cortot au Louvre, Le Soldat de Marathon annonçant la victoire (1822)

Cortot: Le Soldat de Marathon annonçant la victoire (1822)

El arte es un mundo aparte que no tiene nada que ver con las malignas y ridículas disputas de los políticos, ni con las hipotecas, ni con los telediarios. Hay gente que se aísla de la realidad con el fútbol o con el ajedrez. Las islas paradisíacas de Perpinyà son: la música clásica, los buenos libros, el amor, los amigos y el arte. Los pintores más valorados de Los privilegiados son: Caravaggio, Ribera, Van Gogh, Bacon, Magritte, Ingres, Manet, Rembrandt, Vermeer, Flandrin, Ramon Casas, Corot, Friedrich y Turner. Entre los catalanes, destacan: Ramón Casas, Rusiñol, Fortuny, Barceló, Perejaume, Plensa y Dalí. Asimismo, en la novela encontramos interpretaciones deconstruccionistas irreverentes de Picasso, Gauguin, Warhol y Dalí que no hay que imputar necesariamente a la autora.

Un narrador cubista

El narrador tiene un doble punto de vista: es un narrador objetivo y subjetivo, el director invisible, el señor Quinci, tanto en la primera parte como en la segunda en la que ha desaparecido del todo. Pero es inequívoco que el final del libro proviene de su voz. Este narrador simultáneo y cubista rompe con los planteamientos tradicionales, sumando dos perspectivas incompatibles que realiza simultáneamente. Se trata de un caso similar al que llevó a cabo Manet en “Un bar aux Folies-Bergère” ofreciendo una imagen frontal y oblicua de la camarera. Tal y como nos explica Foucault, el sistema de incompatibilidad supone que: «Le peintre doit être ici et la. I doit y avoir quelqu’un et personne.» Tanto Los privilegiados como la obra de Manet representan una «rupture avec la peinture [y la literatura] classique qui fixe un lieu precis pour le peintre et le spectateur».

Los museos y los vigilantes a la literatura

Teniers, El jove Leopol d Guillem a la seva_galeria de Brussel.les (1650)

Teniers: El jove Leopoldo Guillem en su galeria de Brusselas (1650)

El personaje del vigilante pertenece al arquetipo literario del criado cruzado con el del soldado centinela en su versión más seria, pasiva y marginal. Aunque pertenecen a la misma categoría, el vigilante no tiene nada que ver con los zanni, los bufones, ni los criados respondones. También se aleja de la curiosidad de los porteros, que son la expresión del criado colectivo de la época moderna. Los celadores, en la literatura y en las obras de arte son escasos y extremadamente secundarios. Las excepciones son pocas y recientes. Ocupa un lugar relevante la novela The museum guard (1998), de Howard Norman donde un celador roba un cuadro por amor. También son reseñables las situaciones absurdas y existenciales del portero de The caretaker (1960) de Harold Pinter; El Portero (1987) de Reinaldo Arenas; el Tomasso (1996) de Gesualdo Buffalino; el espléndido cuento sociopolítico “El guardián del jarrón chino” (1991) de Slawomir Mrozek donde un vigilante atenta contra lo que vigila y, entre muy pocas más, El vigilante del salón recreativo (1991) de Garriga Vela: “Tengo la suerte de pertenecer a cierta élite que disfruta de excesivo tiempo para meditar y ese mismo tiempo la transtorna.” Los celadores de Los privilegiados son los marginados del arte aunque, paradójicamente, están físicamente y continuamente presentes.

Núria Perpinyà sintetizó en la conferencia, “Museos ficticios”, la relación entre museos y literatura y estableció la siguiente tipología:
1. Novelas sobre cuadros y estatuas vivientes
2. Novelas de misterio en museos
3. Novelas de cuadros falsos y robos a museos
4. Literatura con museos barrocos y laberínticos
5. Novelas con museos fantásticos
6. Cuentos y novelas con museos cómicos
7. Novelas de museos ideológicos
8. Novelas de amor en museos
9. Novelas metartísticas que reflexionan sobre los museos

 Magritte, La Légende des Siècles (1948)

Magritte: La Légende des Siècles (1948)

Un retrato de nuestro tiempo: el turismo, los museos y la seguridad
Si en Una casa para componer, Perpinyà se enfrentaba al problema actual de la vivienda, aquí lo hace con el turismo y, en concreto, con el turismo adocenado que visita a disgusto los museos siguiendo las pautas de un viaje organizado. La autora también se pronuncia contra la histeria americana de la seguridad y sus derivaciones violentas y policiales. A Perpinyà le recuerdan los sermones apocalípticos sobre el demonio que siglos atrás servían para atemorizar y ver pecado en todas partes. Con menos control policial y estatal se vive mejor. En los museos de Suiza, donde hay infinidad de obras maestras, casi no hay vigilancia.

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